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Cannabis, un negocio rentable y valioso en la nueva era.

Este tema ha llenado los periódicos y portales de comunicación a nivel mundial, pero en especial en América. El año pasado los estados de Nueva Jersey, Arizona, Montana y Dakota del Sur, Estados Unidos, votaron para legalizar el cannabis de uso adulto, llevando a 15 el número de estados donde los adultos estadounidenses pueden comprar y consumir cannabis de manera legal.


Como una respuesta a este movimiento, la cámara de representantes de Estados Unidos, a finales del año pasado, votó a favor de la legalización del cannabis aprobando la Ley de Oportunidad, Reinversión y Eliminación de Marihuana, MORE, por su sigla en inglés, centrada en la justicia social. Esto se dio gracias al interés que tiene la cámara de que se indague sobre el cannabis medicinal.


Paradójicamente, la pandemia del COVID-19 causó que el uso del cannabis y su industria tuviera aumento en su uso y, respectivamente, en su producción. Los países que notaron este incremento fueron, principalmente, Canadá y Estados Unidos. La marihuana que llega a estos países es cultivada en Colombia.


Esta información la publicó la industria del cannabis global, Marijuana Business Daily, donde, además, se mostró quelas ventas de cannabis medicinal y de uso adulto en los Estados Unidos estaba a punto de sobrepasar los USD$15 mil millones para finales de 2020, un aumento de aproximadamente 40% sobre las cifras de ventas de 2019.


Esta misma publicación reportó que las ventas en Canadá de cannabis para uso adulto alcanzaron los 270 millones de dólares canadienses en octubre, pues el ritmo de crecimiento de las ventas mensuales se aceleró hasta el 5,1%, para un total anual aproximado de CA$3,24 mil millones para el sector de cannabis de uso adulto en Canadá.


Algo que ha ayudado a que en diferentes partes del mundo se legalice el uso y el consumo de cannabis, tanto de manera recreativa como medicinal, es que la comisión de estupefacientes de las Naciones Unidas, después de considerar los argumentos presentados por la Organización Mundial de la Salud, en una votación muy estrecha, decidió reclasificar esta planta, retirándola del Anexo IV del tratado de la convención de drogas de 1961- clasificación reservada para sustancias con potencial adictivo sin beneficios médicos conocidos- e incluyéndola en el Anexo I. Esta decisión reconoce el valor terapéutico de esta planta medicinal, y deja de considerarla como “particularmente susceptible de abuso y de producir efectos nocivos”.


Ahora, en el caso de Colombia, después de cuatro años de la propuesta en vigencia de la ley 1787 de cannabis para uso médico y científico, los pacientes de este país comenzaron a recibir tratamientos coadyuvantes con preparaciones basadas en el cannabis medicinal. Esto ha sido gracias a que, por medio de clínicas operadas por compañías productoras de cannabis medicinal, se comenzó a utilizar de manera complementaria para tratar dolencias como el dolor crónico y aflicciones neurológicas.


Y, por último, de acuerdo con información que dio Julio César Aldana, director del Invima, hasta Noviembre del año pasado, existían 3 laboratorios con certificación de buenas prácticas de elaboración con habilitación para la dispensación de preparaciones magistrales basadas en cannabis, lo que representará más variedad y disponibilidad de este tipo de productos para ser prescritos por las médicas y médicos colombianos.


Para marzo del año pasado, el Invima dio un registro sanitario para la comercialización de un medicamento basado en cannabidiol, uno de los componentes no psicotrópicos de la planta del cannabis a una compañía local. Este compuesto estaría indicado en el tratamiento de epilepsia refractaria pediátrica ocasionada por las encefalopatías epilépticas de Lennox Gastaut y Dravet. Por sus características anti-inflamatorias, este mismo compuesto está siendo investigado en varios centros en Canadá, Estados Unidos y Brasil como un potencial tratamiento para el proceso hiper-inflamatorio que acompaña los casos moderados y severos de Covid-19.